IRRESPETO AL ELECTOR
Absalón Méndez Cegarra
El Consejo Nacional Electoral (CNE)
dio la voz de partida para el inicio de una nueva contienda comicial que tendrá
lugar el día ocho de diciembre del corriente año, con las elecciones de
Alcaldes y Concejales Municipales, para sustituir a los actuales, quienes
tienen desde hace largo rato sus períodos de gestión vencidos.
En Venezuela, se ha convertido en práctica
frecuente, perpetuarse en el ejercicio de cargos de elección popular, para los
que la ley fija un período expresamente determinado, sin que el hecho produzca
malestar alguno. Esta práctica surge de un utilitarismo digno de mejor causa y de
cálculos de las organizaciones políticas para ver cómo se saca una mejor
cosecha electoral; por consiguiente, no importa lo que establezca la Ley, lo
importante es lo que la mente electorera, con pleno apoyo de árbitro electoral,
determine. Este acto, se hace acompañar, también, de cambios en las
circunscripciones electorales, en los registros, en el traslado de electores de
un centro a otro por intereses eminentemente particulares y el cierre de
centros electorales o la apertura de otros en sitios convenientes para ciertas
toldas políticas.
Las elecciones del 8D están
precedidas de varios procesos electorales; pero, particularmente, de dos elecciones presidenciales: octubre, 2011;
abril, 2012, que marcaron un hito histórico y dejaron en el ambiento político y social nacional e
internacional la certeza que no se realizaron con la trasparencia debida, que
fueron fraudulentas, que se cometieron impunemente miles de irregularidades,
etc, lo que ha motivado, inclusive,
acciones judiciales de impugnación y, una sensación nacional de
incredibilidad y dudas sobre el buen
actuar del árbitro electoral; por una parte, y, desinterés o desmotivación
por el ejercicio del voto, entendido dicho voto
como un acto cívico, derecho ciudadano y forma de participación social
en los asuntos de interés nacional. Con frecuencia se escucha hablar a las
personas de todos los estratos sociales sobre la pérdida de importancia del
acto electoral en Venezuela. En el colectivo nacional, ya, se tiene la firme
creencia que no vale la pena votar, por cuanto de entrada se conocen los
resultados favorables a una determinada tendencia política. Es posible,
inclusive, que cierta parcialidad
política obtenga mayor favoritismo de la
voluntad popular; pero, por la aplicación de unos cálculos matemáticos
inexplicables, no toda persona o grupo electoral que obtenga mayor número de
votos, logrará los resultados que le corresponden, como sucedió en las pasadas
elecciones de diputados a la Asamblea Nacional. La oposición sacó más votos, el
52% de los electores. Pero, el número
de diputados asignados por el CNE a los grupos de electores oficialistas que
obtuvo menor porcentaje electoral, el 48%,
fue mayor para dicha minoría electoral; algo muy difícil de explicar al público lego en materia
electoral.
Estos hechos y muchos más, han
creado una situación nacional nada favorable para concurrir a otro acto
electoral, pese a la acendrada y arraigada conducta cívica de los venezolanos.
Las dudas sobre el actuar fraudulento del organismo electoral no se han
disipado y, para colmo de males, las mismas, ahora, se han repartido por igual
entre oposición y gobierno; toda vez que en la publicación de una conversación
grabada de un alto funcionario gubernamental se acusa al CNE de ser parcial, de favorecer, a la
oposición; y, ésta, por su parte, acusa
y denuncia al CNE de ser parcial al gobierno y de haberlo favorecido con un
triunfo electoral indebido. ¿Puede, este
ambiente electoral, sinceramente, ser motivador, estimulante, para que la
población concurra con fe y entusiasmo a una nueva contienda electoral, con los
mismos actores y el mismo árbitro, a quienes no se les tiene confianza alguna?
La respuesta es negativa. Se requiere un gran esfuerzo de convencimiento tanto
de un lado como del otro, del gobierno como de la oposición, para que lo poco
que queda de civismo electoral no se
extinga definitivamente y, la confianza en el
voto como mecanismo de alternabilidad en el poder se mantenga entre los
venezolanos.
A la anterior desconfianza
electoral, se suma la conducta pésima, absolutamente equivocada, irrespetuosa
con el elector, adoptada por el PSUV, como partido de gobierno, con caudal
electoral importante; y, en alguna medida, de los sectores que se autocalifican
de oposición.
El PSUV, posiblemente, en
conocimiento que las cuentas electorales no le resultan del todo favorables,
por cuanto el cuadro de condiciones políticas ha variado significativamente, ha
tomado la decisión de desconocer los liderazgos naturales populares, los
luchadores sociales de las comunidades, los que son capaces de dar la vida por
una parcialidad política, sustituyéndolos por figuras de la farándula o el
deporte, sin trayectoria política y de
lucha social alguna, bajo la creencia que el ser pelotero o animador de
televisión da créditos políticos, debido al simple hecho que son vistos a diario
por la audiencia televisiva. Esta actitud constituye, en nuestra opinión, un acto de
irrespeto, de burla, de menosprecio, al
elector y a la comunidad. La población, en elemental respeto a sí misma, aun
mediando otros asuntos bochornosos, como por ejemplo, el clientelismo electoral
mediante la compra directa de votos, con
promesas de asignaciones económicas, entrega de artefactos eléctricos, láminas
de zinc, vivienda, pensiones y otras
cosas más, acciones frecuentes y rutinarias en épocas electorales, debería repudiar tal conducta con las armas
que tiene a su disposición: la abstención electoral, el voto opositor, el voto
castigo o el voto nulo.
Pero, la oposición, o, lo que se
dice llamar oposición, hace exactamente lo mismo. Por un lado condena el
árbitro electoral y, con razón; por el otro, llama a votar masivamente. En
el pasado reciente, realizó un acto
inédito de consulta popular para la selección de candidatos de la Unidad;
ahora, salen candidatos nuevos haciéndose oposición entre sí. Los
representantes electorales de la oposición en el CNE aplauden y condenan, al
mismo tiempo, lo que este organismo hace. ¡Caramba!, la verdad, es, que si
tales cosas no constituyen actos de
irrespeto al elector, se parecen bastante. Al parecer, tendremos que ir
a votar con un pañuelo en la naríz.
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