MISIÓN ABUSO MAYOR
Absalón Méndez Cegarra
Este domingo, 14 de abril, termina en Venezuela, la noche larga, oscura y borrascosa, la cual se ha prolongado, indebidamente, por más de 14 años. Venezuela, es decir, la población venezolana, el pueblo que somos todos, es observada por los países del planeta. Todas las miradas están puestas en nuestro comportamiento civilizatorio. Hoy, se define, de una vez y para siempre, el destino de un país adornado por múltiples atributos y dotado por la naturaleza de un inmenso potencial para descollar en la escena internacional como uno de los mejores lugares de la tierra para la existencia humana. La decisión electoral de hoy es entre dos modelos de sociedad. Dos proyectos societarios. Un modelo, total y absolutamente probado, que ofrece el atraso, la miseria, la violencia, la impunidad, la corrupción, la inseguridad, el abuso de poder, el irrespeto a la Ley, la destrucción nacional, el coloniaje, el odio y el resentimiento social, como opciones de vida. Y, otro modelo, lleno de vigor, de frescura, que anuncia el progreso, la paz y el mejoramiento de la calidad de vida, como caminos para el buen vivir. Se trata de una decisión histórica. El continuismo de lo malo, con tendencia a empeorar, o, el advenimiento de una nueva primavera, de un alegre despertar, para mejor. Este, no otro, es el compromiso que tenemos los venezolanos de hoy con las presentes y futuras generaciones. En nuestras manos, en nuestra voluntad electoral, está el sepultar una esperanza de vivir mejor, del retorno a la patria de nuestros hijos idos, del reencuentro, del reconocernos como hijos de una misma madre y el deseo de tener una nación donde todos tengamos cabida, o, por el contrario, alimentar la diáspora, el terrorismo, el afán de guerrear, el armamentismo, el insulto, la agresión, el atropello, la manipulación política, como modalidades de gobierno y de relacionamiento con el otro, con los gobernados. Es una decisión entre la luz y la oscuridad. Los resultados están a la vista de todos. No hay nada oculto. La oscuridad, que se asimila al atraso, se materializa en inflación, escasez de todo tipo de productos, empobrecimiento de los salarios, precarización del empleo, expropiaciones, invasiones, confiscaciones, parálisis de la actividad productiva, inseguridad ciudadana, inseguridad jurídica, dependencia, coloniaje, la ayuda como humillación y sometimiento de quien la recibe. La luz, por el contrario, es la claridad, el progreso, la libertad, la democracia, el pluralismo, la división de poderes, el respeto a la propiedad bien habida, a la dignidad humana, la justicia social y el bien común.
Venezuela es un pueblo que tiene fe y esperanza en su presente y en el porvenir, aunque, históricamente, fe y esperanza han sido marchitadas; pero, nunca vencidas o aniquiladas. En el momento actual, el pueblo valeroso se levanta de sus cenizas como el ave fénix y, recupera fuerzas, para animar la esperanza en una manera de vivir mejor y de construir patria grande. El pueblo ha pagado con creces el castigo que le impuso un actuar equivocado de su dirigencia en el pasado reciente. Este error le costó a la nación su ruina, su destrucción y, lo que es más grave, la división de su población en bandas alimentadas por el odio y el resentimiento social. Con dicho error o actuar equivocado, políticamente interesado, sólo por el afán de mantener viva la vanidad que caracteriza a algunos seres humanos que se piensan o creen estar por encima de los demás mortales, predestinados por la Providencia para gobernar cual monarca medioeval, la nación fue
presa fácil del aventurerismo militar y, mediante un golpe de Estado, como tal, desestabilizador de la vida política y social, se rompió el hilo constitucional que nos mostraba ante el mundo, con legítimo orgullo, como una vitrina democrática. Un hombre salido del seno de las Fuerzas Armadas, tan amorosamente acunadas por la democracia representativa, con el apoyo del viejo liderazgo decadente, se hizo del poder, utilizando para ello el engaño, la mentira y las promesas falsas, lo que cautivó la voluntad de un pueblo sediento de mayor justicia y protección social. Han transcurrido 20 años del fatídico golpe de Estado y 14 años de la entronización en el poder de la barbarie, el atraso, la violencia y el abuso como modelo de gerencia en el Poder Público Nacional. Es tiempo, ya, de volver al ruedo, de auspiciar y fomentar la convivencia pacífica, el encuentro de todos y de estimular el trabajo creador, el que hace patria verdadera y permite que los pueblos se levanten y crezcan.
El atraso y la barbarie no pueden tener herederos. Suficiente castigo el sufrido durante más de una década. Es inadmisible, inaceptable, para un pueblo civilizado, en pleno siglo XXI, que la persona que causó tanto malestar, no conforme con ello, haya dejado, para después de su muerte, como legado hereditario, su continuidad, traducida, ahora, como fue su costumbre, en una gran misión: la Gran Misión Abuso Mayor.
Abusos por doquiera es lo que estamos viendo los venezolanos. El terreno fue preparado milimétricamente para que todo funcionara como lo pensó la mente malévola del legatario hereditario. Los poderes del Estado fueron puestos al servicio de una causa, la de la oscuridad. Resulta increíble lo que estamos presenciando los venezolanos. Una nueva edición de la lucha desigual entre David y Goliat, entre el bien y el mal; pero, como suele suceder, el bien se impondrá sobre el mal. La lucha la abandera, un muchacho, que se hace llamar el “flaco”, quien se abrió caminos en la boscosa adversidad, captando millones de voluntades a su paso por pueblos y ciudades, despertando esperanzas marchitas, que lo llevarán, sin duda, a la Primera Magistratura Nacional. Comenzó su campaña electoral en la “Atenas del Táchira”, en la ciudad del Espíritu Santo de La Grita, con la bendición de su Santo Patrono, el Santo Cristo de La Grita. La terminó, luego de darle la vuelta a Venezuela, en tierra larense, bajo el amparo y protección de la Divina Pastora, una de las devociones marianas más importante de Venezuela y el mundo. Con estas bendiciones, el “flaco”, pone fin a la única misión que debe desaparecer en Venezuela: La Gran Misión Abuso Mayor.
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