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SOCIALDEMOCRACIA, POPULISMO Y NEOLIBERALISMO EN LA SEGURIDAD SOCIAL
LATINOAMERICANA
Absalón Méndez Cegarra


La historia reciente de los pueblos de la región latinoamericana y caribeña y, posiblemente, la de toda su vida, ha sido un pendular entre distintas formas de gobierno que se instauran al alcanzar la independencia de los reinos coloniales y comenzar el reinado-caciquismo-caudillismo de los héroes de la patria y del militarismo para luego oscilar entre formas social democráticas y socialcristianas de gobierno, populismo, dictaduras, neoliberalismo y, más recientemente, versiones diferentes de socialismo, impulsadas por el renacer de los factores de izquierda en la región, entre quienes existe gran nubosidad, sin líneas de separación entre populismo y neoliberalismo, lo que identificaría el socialismo del siglo XXI.

El sector de gobierno en el que puede identificarse sin mayores dificultades las tendencias políticas predominantes en un determinado momento es el sector de lo social y el de las políticas sociales, correlativas de dicho sector, pues, en ellas, se deja constancia de la identidad real o imaginaria del gobierno de turno con la soberanía popular, el bienestar de la población y el respeto por la vida y los derechos humanos.

La seguridad social está reconocida universalmente como derecho humano y social fundamental y, en tal sentido, integra lo medular de las políticas sociales y de protección social de la población que suelen adoptar las formas gubernamentales, cualquiera sea su tipo y características. La representatividad popular y su vinculación es lo que da legitimidad al poder, con independencia de la forma de alcanzarlo. Ninguna forma de gobierno se aparta o aleja de la noción de pueblo. El pueblo es la sustancia esencial del poder.

La región latinoamericana y caribeña recibieron el influjo del Estado de Bienestar que se consolidó en Europa entre la primera y segunda guerra mundial, un Estado prestacional, oferente de prestaciones sociales, orientado al mejoramiento de la calidad de vida de los pueblos. La institución de los seguros sociales, de origen alemán, se expandió por el mundo entero como medida de protección social de la clase obrera en expansión y, más tarde, Gran Bretaña, ofreció al mundo un nuevo enforque de protección social de corte universal. De esta manera se conformó lo que conocemos hoy día como sistemas de seguridad social.

Los sistemas de seguridad social se enmarcan, como hemos dicho, en las formas y modalidades de protección social, las cuales abundan en América Latina y el Caribe, copiadas al carbón de un país a otro, sin diferencias sustantivas ideológicamente hablando, todas, en apariencia, orientadas a disminuir la pobreza, fortalecer la familia, proteger a niños, niñas y adolescentes, a las personas adultas mayores, a la población indígena, etc. Programas sociales a los cuales se destinan ingentes recursos económicos con resultados magros, pues, no hay proporcionalidad entre el gasto que se aplica a disminuir la pobreza y los resultados que se alcanzan, mismos que revelan que a mayor gasto social, mayor pobreza, como sucede en Venezuela. El gobierno nacional, informa que para el año 2023, más del 70% del presupuesto nacional se destinará a inversión social, cifra que se repite desde hace varios, el resultado concreto es que las cifras de pobreza ya superan más del 90 % de la población, según la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI).

La seguridad social, como derecho humano y social fundamental, ocupa la cúspide de la pirámide de las formas de protección social, no, es, por consiguiente, dádiva o limosna, es, simplemente, un derecho de toda persona y una obligación del Estado y de la sociedad garantizar dicho derecho plenamente.

En América Latina, se inició, por influencia neoliberal, hacia la década de los años 80 del siglo XX, un proceso de destrucción y desmantelamiento de lo poco que se había construido del Estado de Bienestar, entre otras instituciones, los regímenes de seguros sociales de financiamiento tripartido, administración pública, cotización y beneficios definidos, para ser sustituidos por formas de protección social mercantilizadas, privadas y fundadas en la capacidad de ahorro de las personas.

El cambio, admitido, con sus variantes, por casi todos los gobiernos de la región, sin distinción de signo ideológico-político, no cumplió con los objetivos que sirvieron de promoción y justificación, motivos por los que hoy, los justificadores de la reforma de la seguridad social de ayer, están de vuelta, retomando los senderos de lo público y buscando afanosamente cómo la seguridad social vuelve a sustentarse en la solidaridad humana, justicia social y respeto a la dignidad de los seres humanos.

La situación no es nada fácil. Al igual que ayer, en la actualidad, hay que garantizar derechos adquiridos y en formación, la población no puede ser, nuevamente, la víctima, y, ahora, en virtud de la casi libre movilidad de la fuerza de trabajo y familias, se agrega otro elemento, la internacionalización de la seguridad social, es decir, la portabilidad de las prestaciones, de manera que el sistema de seguridad social de un país determinado reconozca la afiliación y cotizaciones hechas por las personas en su país de origen o de residencia habitual. Recordemos, siempre, que la seguridad social es para las personas como su sombra. Le acompaña y debe acompañarle en cualquier lugar del mundo.

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