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ESTIGMA DE SER MIGRANTE VENEZOLANO

                                    ESTIGMA DE SER MIGRANTE VENEZOLANO

                                                                                                              Absalón Méndez Cegarra

    La situación socio-económica, socio-familiar y psico-afectiva que estén viviendo los venezolanos o, mejor, buena parte de ellos, que, en hora aciaga, decidieron abandonar el territorio, por diversas razones, en búsqueda de la oxigenación de mejores aires, es motivo y tiene que ser motivo de una gran preocupación de la sociedad nacional.

    Los movimientos migratorios de personas, internos (migración) y externos (inmigración), constituyen desde la antigüedad, un fenómeno social. Las poblaciones humanas, al igual que otras especies del reino animal, se movilizan de un lugar a otro, por lo general, por causas sociales, en menor cuantía, por causas naturales.

    La pobreza, la miseria, la ausencia de alimentos, la falta de empleo, la búsqueda de la recuperación de salud y las persecuciones políticas, de género, raciales y culturales, son las principales causas que determinan la decisión de salir del país del cual se es natural en búsqueda de nuevos derroteros.

    Al tomar la decisión de salir del país, por lo general, se busca como destino un país amigo, hermano, vecino y con características compartidas, tal es el caso de una lengua común o psicología común. Hacerlo, hacia otros destinos, es un acto de audacia o está mediado por la recepción de un familiar, empleo asegurado y posibilidades de desarrollo profesional. Y, estas decisiones, marcan o caracterizan el tipo de movimiento poblacional, tal como sucede en el ámbito interno, con la migración rural-urbana.

    Nadie, que se sepa, se traslada de un lugar a otro, buscando vivir en peores condiciones que las actuales. Se migra, con aspiraciones de mejorar la calidad de vida personal y familiar. El lograrlo es una apuesta en la que se puede ganar o perder.

    Según diversos informes y registros, no oficiales, se señala que, de Venezuela, en los últimos años, han salido alrededor de 6 millones de personas hacia diversos lugares del mundo y, se estima, que, en el futuro inmediato, en caso de no cambiar la situación socio- económica y política nacional, saldrá otro contingente poblacional, con lo cual Venezuela, por las características de la población que se va del país, perdería, como ya ha ocurrido, su bono demográfico y un valioso capital social y talento humano.

    La migración venezolana, mirada exclusivamente, desde el punto de vista laboral, puede agruparse en tres categorías, a saber: A) Migración profesional, constituida por profesionales universitarios, docentes, médicos, bioanalistas, personal de enfermería, ingenieros, arquitectos, etc. altamente calificados y con gran experiencia; y, también, jóvenes recién egresados de carreras universitarias. Esta migración es bien vista y captada rápidamente por los países receptores. Las posibilidades de retorno son remotas, pues, estos migrantes han perdido arraigo nacional. B) Migración técnica y ocupacional, con oficios definidos, calificación ocupacional y experiencia en el desempeño del oficio. Se trata de mecánicos, carpinteros, conductores de vehículo, constructores, albañiles, jardineros, costureras, entre otros. Este tipo de migrantes, con ciertas dificultades, logra ocuparse en el oficio o aledaños. C) Migración residual, marginal, sin preparación y calificación alguna para el trabajo. Este tipo de migrante constituye la mayoría, y, es el que está causando problemas y dificultades, inclusive, de orden público, en los países a los cuales llegan, por lo general, de manera irregular, sin documentación alguna, convirtiéndose, rápidamente, en un problema social, pues, incrementan la pobreza poblacional nacional, demandando atención, que, en el mejor de los casos, pasan a ser protegidos socialmente con medidas asistencialistas.

    La migración o inmigración de la pobreza, la cual, Venezuela, vivió en época de abundancia de renta petrolera, causante de los grandes cinturones de miseria que bordean las ciudades; pero, que, ante las vueltas que da la vida, hemos pasado de importadores de población a exportadores de población, ha determinado el mal trato que algunos países están dando a los venezolanos.

    En algunos países, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, entre otros, el venezolano es mirado y tratado con desdén por los nacionales. Pareciera, que, somos, los nuevos leprosos del mundo, a quienes dentro de poco se nos colgará una campanilla al cuello, como en los tiempos del Antiguo y Nuevo Testamento, para anunciar nuestra cercanía y lograr que los demás mortales se aparten para no contaminarlos con nuestra pobreza andante. A los venezolanos, se nos inculpa de la delincuencia, de la pobreza, inclusive, del afeamiento de la ciudad, pues, muchos de ellos, familias enteras, copan zonas verdes y plazas, para vivir en alojamientos totalmente improvisados.

    Estos compatriotas, con toda seguridad, retornarán al país, pues, pareciera que se trata de una política del gobierno nacional, orientada a causar problemas sociales, económicos y políticos en los países vecinos que, de alguna manera, difieren o discrepan del gobierno venezolano, toda vez que Venezuela no hace nada para evitar el éxodo, al contrario, lo auspicia, con sus erradas políticas económicas, monetarias, educativas, de salud y de todo tipo, sin procurar medidas que garanticen una cierta calidad de vida para nuestros compatriotas, es, más, se les agrede y violenta derechos adquiridos como sucede con la negativa a pagar las pensiones de vejez, sobrevivencia y jubilación, en los términos establecidos en la legislación nacional y en convenios bilaterales sobre seguridad social, suscritos y ratificados por Venezuela, denuncia permanente de los pensionados por vejez del IVSS y de los militares retirados con residencia en el exterior. Ese es el estigma de ser pobre y migrante venezolano.

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