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GASTO SOCIAL VS GASTO MILITAR


                                           GASTO SOCIAL VS GASTO MILITAR
                                                                                                                         Absalón Méndez Cegarra
     La primera semana del mes de julio resultó noticiosa respecto a la situación de las pensiones en varios países. España encabeza la preocupación por el futuro de las pensiones por jubilación y vejez. Se señala que la pandemia del covid-19, seguramente por la pérdida de empleos e incremento de la desocupación, los ingresos de los sistemas o regímenes pensionales por concepto de cotizaciones de la población trabajadora activa han disminuido considerablemente, mientras que las erogaciones por concepto de pensiones se han incrementado de manera alarmante, poniendo en peligro el pago oportuno y completo de las pensiones y, lo más importante, el ajuste de las pensiones según las prescripciones de ley.
     Inexplicablemente, la causa de muchos problemas sociales y gastos públicos se atribuyen, ahora, a la tendencia al envejecimiento de la población y a los elevados gastos por concepto de pensiones y, en líneas, generales, a la seguridad social. Falta poco para que se diga que el covid-19 es consecuencia del número de viejos en el mundo y, por tal razón, se les está dejando morir, como una forma de exterminio.
     El gasto social de los Estados no es superior en ninguna parte del mundo al gasto militar. Y, sin embargo, el gasto militar no pone en peligro las finanzas del Estado como sí lo hace, en opinión de muchos, el gasto en pensiones.  Existen estudios muy serios que hacen la comparación cuantitativamente. En algunos países, Venezuela, por ejemplo, la compra de chatarra militar para exhibirla en los desfiles de las fiestas patrias supera con creces el gasto social efectivo, como lo prueba diariamente la ruina en la que se encuentran las instituciones dispensadoras de atención médica, las instituciones educativas públicas, los servicios básicos, la vialidad, la producción de alimentos, etcétera.
     Sería interesante preguntarles a los gobiernos de la tierra tan dados a armarse para defenderse, muchas veces de fantasmas y, para enriquecerse indebidamente, amparados en el secreto militar, ¿cuánto cuesta en el mercado de la industria bélica una granada, un fusil, una metralla, un tanque de guerra, un avión militar, una fragata? Y, al mismo tiempo, preguntarle a la industria de la tecnología médica y farmacéutica, ¿cuánto cuesta una penicilina, un tomógrafo, una silla odontológica, un respirador artificial, un equipo de radiodiagnóstico? Las respuestas a estas preguntas dejarían perplejas a la humanidad. Pues, con el costo de una simple granada, en Venezuela, se paga la pensión por vejez de cinco (5) pensionados, a razón de 2,5 $ por pensionado.
     Es oportuno aclarar varias cosas que suelen omitirse cuando se trata de lanzar ataques contra la seguridad social de base solidaria y, muy especialmente, contra los regímenes pensionales, lo cual no significa que estén exentos de fallas e irregularidades necesarias de ser revisadas, para que la seguridad social sea, efectivamente, segura y, ampare lo que teóricamente promete amparar.
     Primero. El Estado, en ninguna parte del planeta genera ingresos propios. Las fuentes de ingresos más importantes de los Estados-gobiernos desde el origen mismo del Estado, son los tributos (impuestos, tasas, contribuciones por mejoras y parafiscalidades), es decir, las exacciones que el Estado hace a los ingresos de las personas, a las economías individuales, bajo el argumento de financiar el gasto público. En consecuencia, lo que el Estado gasta o invierte en salud y educación son recursos provenientes de la colectividad.
     Segundo. En el caso específico de la seguridad social, necesario es identificar sí la protección prometida es de financiación directa o indirecta. En los regímenes de financiación directa, prestaciones sociales como las pensiones por vejez, son prestaciones pre-pagas. Las personas durante su vida laboral van pagando mediante cotizaciones obligatorias (para-fiscalidades) la pensión que, cumplidos los requisitos de ley, obtendrán en determinado momento; por consiguiente, no se trata de dádivas o regalías por parte del Estado. En el caso de prestaciones no contributivas directas, llamadas, también, asistenciales, tampoco, se puede hablar de regalos, por cuanto, por la vía tributaria se pre- pagan estas prestaciones. Los Estados se alarman por el gasto pensional, porque son malos técnicos y administradores y porque obvian una serie de variables demográficas, económicas, financieras y laborales al momento de diseñar y poner en marcha los regímenes de pensiones.
     Tercero. La población vieja es tan importante como cualquier otro sector de población. No es un desecho. Inclusive, puede participar como productor y, naturalmente, como consumidor. Es un mercado de consumo que debe ser atendido. La riqueza que hoy muestra un país determinado es resultado del trabajo de los jóvenes de ayer, viejos, hoy; por lo tanto, su atención es un derecho ganado con esfuerzo laboral.

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