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EL ATAQUE A CAPRILES

Absalón Méndez Cegarra


Al parecer, nuestra inconformidad, no tiene cura. Los venezolanos no estamos conformes con nada. Dos meses de gobierno de facto ha sido tiempo suficiente para pedir a gritos que regresen las cosas a su situación original, lo que en derecho se conoce como reponer la causa a un determinado estado del proceso, es decir, al momento que el Presidente de la República abandonó el país para atender asuntos personales.  Esto se debe a que el “remedio resultó peor que la enfermedad”, como reza el refrán criollo.

En la relación maestro-alumno, siempre se espera que el alumno supere al maestro, lo que es motivo de orgullo para éste último; pero, entre nosotros,  con  actuar  al revés, los alumnos no sólo no superaron al maestro, sino que en procura de imitación lo hicieron mal, grotescamente mal.  Hasta para insultar y decir groserías o malas palabras se requiere un cierto encanto o gracia, si no que lo diga el famoso  humorista venezolano “El Conde del Guácharo”. A lo mejor, seguramente, lo que ocurre es que   los venezolanos nos acostumbramos  durante 14 años al insulto, el vejamen y a  la humillación; pero, ahora,  vemos con estupor que cualquier hijo de vecino, cual fiel discípulo, imitando de mala manera al maestro,  incurre en la misma práctica y espera que  sigamos permitiéndolo.
El gobierno de facto, violentando y desconociendo, inclusive,  la voluntad del causante de la situación política que determinó tan inconstitucional e ilegal situación que estamos viviendo los venezolanos,  se ha dedicado a la tarea de atribuir todos los males del país a una supuesta burguesía nacional e internacional, a la oposición y, por supuesto, como es natural, a quien se le identifica con la derecha reaccionaria: HCR.


Los sustitutos del Presidente de la República, por quien, contrariamente al sentir de unos meses atrás,  se aboga para que regrese pronto y sano al poder y ponga coto al nido de serpientes que alborotó con su partida, estiman que la grave situación económica y política que vive el país es obra de la oposición, no de su incapacidad y mediocridad. El estado de postración del aparato productivo nacional no se debe a las expropiaciones, confiscaciones, corrupción, impreparación e incapacidad de quienes se hicieron cargo de las haciendas, fincas, fundos y fábricas, sino de la burguesía. Igual, la inflación, la escasez de alimentos básicos y bienes de todo tipo, hasta en las tiendas y supermercados abiertos por PDVSA y el  gobierno en general, es la malquerencia de la burguesía para con la población humilde. La pérdida del poder adquisitivo del signo monetario, la devaluación, la enorme deuda externa que pesa sobre los hombros de cada venezolano,  la donación de  la riqueza nacional a otros países, el manejo discrecional de recursos, la hipoteca que pende sobre la nación, es el resultado de una oposición ultraderechista en contubernio con el imperio norteamericano, nunca responsabilidad gubernamental. Y, en el centro de este actuar maléfico se encuentra H. Capriles. El gobierno es  un depredador. Todo lo que toca lo destruye, lo corrompe; pero, como suele suceder con los incapaces e ineptos, hay que buscar un culpable, un tercero a quien culpabilizar de nuestros actos.


¿Por qué HCR, de un momento a otro, se ha convertido en el blanco de todo lo malo que sucede en Venezuela? ¿Por qué el partido en el que milita HCR, con el cual, dicho sea de paso no tenemos vinculación alguna,  se ha revelado como el mar de la corrupción? Simplemente, porque HCR, en la pasada campaña electoral le regresó la esperanzar a un pueblo resignado a mal vivir. Porque HCR, ganó, según lo que se ha demostrado posteriormente, y,  por amplio margen, las elecciones presidenciales del 7 de octubre, razón suficiente para que se le tema y se sienta miedo ante una nueva contienda electoral en la que él  participe como abanderado de la oposición democrática, aun, cuando cometió el error político de salir anticipadamente a reconocer un triunfo de dudosa factura; pero, es que así paga el diablo a sus servidores.  Porque con todos los agravios y despojos de instituciones, competencias y recursos, puede mostrar ante el país una obra en el Estado que gobierna, Miranda, lo que asombra al gobierno central, demuestra la incapacidad y mediocridad de este gobierno  y   deja muy mal parados a sus predecesores oficialistas y al resto de los Gobernadores, los que contando con todo el dinero del  mundo, no han  hecho otra cosa  que enriquecerse en el poder.  Porque con todos los vientos en contra ha derrotado electoralmente a las piezas con mayor visibilidad del oficialismo. Porque su familia, llegada de ultramar,  huyendo de la barbarie, como miles de emigrantes, acogidos con amor en el seno de la patria, hoy día, más venezolanos que muchos de los que nacimos en este suelo, cometió el delito de venir a trabajar en Venezuela, crear fuentes de empleo y sembrar familia en esta patria históricamente amplia y generosa, a la que se pretende convertir  en cuna del racismo, del odio y de la  agresión humana. Por eso, y, sólo por eso, hay que descalificarlo, acusarlo de ladrón, de conspirador, de burgués, de oligarca y mil cosas más. Produce hilaridad, por decir lo menos, escuchar y leer tales epítetos contra un hombre que se ve  honesto, sincero, noble y trabajador, a quien no tenemos el honor de conocer personalmente, pero si sus ejecutorias, provenientes de personeros gubernamentales que en su afán de perpetuarse en el  poder han hecho uso  indebido de los recursos públicos y han instaurado en el país la cloaca de la corrupción a todos los niveles. Que el oficialismo, confeso como lo está de meter mano en el tesoro público y apoderarse de la riqueza nacional para fines inconfesables,  acuse de  corruptos  a líderes políticos opositores porque han recibido para sus campañas de promoción electoral  recursos económicos de terceras personas, produce nauseas e indignación, es el  colmo de cinismo en política  y la mayor y mejor demostración del miedo que se le tiene a HCR y a  la mitad de la  población que lo apoyó en su magistral campaña electora, la cual no comparte tanto abuso de poder. HCR, debe saber administrar su potencial electoral.

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