LA GRAN FARSA DE LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA EN EL PODER
Absalón Méndez Cegarra
Es lugar común señalar que la práctica es la prueba irrefutable de la teoría. La teoría es explicativa. La práctica es demostrativa. Entre teoría y práctica puede mediar un largo y amplio distanciamiento. Una cosa dice la teoría y, otra, muy distinta, la práctica.
La política es un espacio, suerte de laboratorio, en el que se encuentran la teoría social y la práctica social. Y, no siempre entre ellas se da la correspondiente identificación.
El discurso político, independientemente de la ideología que lo alimenta, es siempre rico, florido, motivador. La práctica política es negadora del discurso político. Uno y otro son contradictorios. Marchan por caminos diferentes.
La Revolución Francesa (1789) y la Comuna de París, pusieron a prueba el pensamiento liberal, pues, esta revolución fue burguesa, liberal, podría decirse, y, el pensamiento socialista en formación (socialismo pre científico, utópico, socialismo científico). El socialismo alcanzó el poder en la versión marxista con la revolución rusa de 1919, la cual dio origen a la distinción entre “socialismo real “ y “socialismo teórico”, no otra cosa que la diferencia existente entre teoría y práctica.
De la Comuna de París van a surgir las etiquetas de derecha e izquierda para referirse a los adherentes al liberalismo, al socialismo y al conservadurismo. Estas etiquetas cautivaron el pensamiento económico-social mundial y, en el Continente Americano, se conformó como una nueva ideología diferenciadora y separadora de la convivencia social. Así nacieron los partidos políticos demócratas y republicanos, conservadores y liberales, socialistas comunistas, socialdemócratas y socialcristianos, de derecha y de izquierda.
En la América Latina actual se habla de una ola de la izquierda política que ha conquistado el poder para referirse al triunfo electoral alcanzado en varios países: Cuba, Nicaragua, Chile, Argentina, Bolivia, México, Brasil, Ecuador, Perú, Colombia y Venezuela.
Las etiquetas de izquierda y derecha hoy día carecen de significación, entre otras cosas, porque hay gran identidad entre los afectos a uno u otro sector político. Tal cosa se evidencia al analizar lo que se conoce como la “caja de herramientas de la política social”. Esta caja contiene los programas sociales que suelen definirse y ponerse en marcha para mitigar la conflictividad social que genera la miseria y pobreza de los pueblos latinoamericanos, engañados por unos y otros con promesas de redención social que nunca cumplen cuando llegan al poder.
De la izquierda política se espera que exista alguna concordancia entre la teoría socialista y sus postulados y el ejercicio del poder. El socialismo propugna la libertad, la igualdad, la propiedad social, la distribución de la riqueza, el bienestar y la felicidad de todos los seres humanos y, todo ello, bajo la garantía del Estado. Por su parte, el liberalismo, neoliberalismo o la derecha, promete lo mismo; pero, la promesa corre a cargo del mercado. Curiosamente, la política social
que deja la derecha la retoma la izquierda y viceversa, basta solo con recopilar para analizar los programas sociales en los países latinoamericanos para ver la cantidad de semejanzas existentes, si, acaso, hay cambios, es solo en su denominación y nada más. La finalidad de dichos programas, coyunturales o estructurales, llámense “pobreza cero”, amor mayor”, etc. no buscan acabar con la pobreza, el propósito es perpetuarla y hacer de ella la clientela electoral.
Un aspecto igualmente importante de la izquierda latinoamericana en el poder es la serie de cambios que se proponen y las correspondientes conductas que se desarrollan en el orden político y social, los cuales se ofrecen como un común denominador del ejercicio gubernamental.
Lo primero que se propone es refundar la República. Para ello es necesario convocar a una Asamblea Constituyente para cambiar el ordenamiento jurídico, dicho cambio se materializa en una concentración del poder, eliminación de la autonomía de los poderes públicos y eliminación de la alternabilidad democrática. El resultado es la instauración de gobiernos totalitarios, de partido único y una nueva clase social en el poder.
Un segundo paso, es el ataque a los medios de comunicación social, violación del derecho a la libertad de expresión, prohibición de la denuncia, la libertad de reunión y la libre circulación de las personas por el territorio nacional.
Tercer paso, es la persecución política y judicial a la disidencia, invención de penas para castigar y llevar a la cárcel a los opositores, inhabilitar a los líderes políticos para evitar competencias, compra de conciencias y fomento de la corrupción administrativa en todos los niveles de gobierno.
Cuarto paso, son las medidas de control social. Para ello se acude a los argumentos de participación social, creación de cuerpos de seguridad, colectivos armados y el fomento de líderes cooperantes en las comunidades.
Por último, el ataque al aparato productivo, a la producción de riqueza, al empleo, a la seguridad social de los trabajadores y pueblo en general , para su logro se habla de la propiedad social, del paralelismo sindical, de la eliminación de la contratación colectiva, de la debilitación del salario y el fomento de la informalidad laboral. Para poder distribuir riqueza, primero, hay que producirla, donde no hay producción, no hay distribución.
Todo ello, visto en cualquier orden, caracteriza a los gobiernos latinoamericanos de izquierda, todo lo contrario a sus postulados teóricos y las promesas de redención social, por lo que la izquierda en el poder es una gran mentira para los pueblos oprimidos.
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