“MINISTERIO DE LA TAPADERA”
Absalón Méndez Cegarra
La frase que sirve de título a
este artículo no nos pertenece. La tomamos en préstamo al sacerdote jesuita
Jean Pierre Wyssenbach, quien, la utilizó, acertadamente, en el Editorial de la hoja dominical: “el
Domingo, día del Señor”, Año XLIX, Domingo XXX del Tiempo Ordinario, del
25-10-2015, la cual es distribuida por la Iglesia Católica a la feligresía para
que ésta acompañe al sacerdote oficiante en la celebración de la Santa Misa.
La frase del padre Jean Pierre,
no puede analizarse fuera de su contexto. Ella se inscribe en el análisis e
interpretación del Evangelio de San Marcos, cuando este evangelista narra lo que sucedió en el encuentro de Jesús y un ciego de
Jericó que mendingaba piedad y
misericordia. Jesús, preguntó al ciego: ¿Qué quiere que haga por ti? Y, el ciego
respondió, que pueda ver. “Que no vea sólo la noche, la oscuridad total”.
Jesús, le devolvió la visión al ciego y, a partir de ese momento, el ciego dejó
de serlo, vio la luz de la esperanza. Agrega, Jean Pierre, y, en esto radica,
en nuestra opinión, la utilización y la pertinencia del Evangelio para entender
la realidad actual de Venezuela y de muchos otros países del mundo, lo
siguiente: “(…) la curación del ciego nos habla del problema actual de ver. Hay
países en el mundo en los que funciona muy bien el “ministerio de la tapadera”.
De tapar lo que el gobierno no quiere que se vea. Ojalá que entre nosotros no suceda eso. Sino que
encontremos los caminos para ver no sólo una parte de la realidad. Sino toda la
realidad. Para así poder contribuir entre todos a la construcción de la patria
buena, de la Venezuela para todos que todos deseamos. Por la que queremos
luchar con fe (…)”
En Venezuela, cobra fuerza, cada
día, ese “ministerio de la tapadera”. Todo se tapa, se oculta, se disfraza con
engaños y mentiras. Y, en ese concierto participamos todos, de una u otra
forma. Sólo, el remordimiento de conciencia deja escapar algunos daños ocultos.
La Iglesia Católica, con sus
errores y aciertos, es, hoy por hoy, la institución social de mayor
credibilidad en Venezuela. El gobierno nacional, en su cuestionar permanente,
inclusive, la ha llegado a calificar de partido político, porque parte de la
jerarquía eclesiástica se ha atrevido, con sus mensajes de fe y esperanza;
pero, también, con el conocimiento pleno de la realidad económica, social y
política de la nación, a abrirle los ojos a los venezolanos para que vean lo que está sucediendo realmente. Para que
vean como el país de los sueños se ha
desmoronado, se ha pulverizado y sus pobladores se han empobrecido considerablemente.
Los venezolanos de hoy somos el
ciego de Jericó. Pedimos se nos devuelva la visión y con ella la esperanza de
tener una patria libre, soberana,
democrática, plural, amplia, tolerante, donde tenga cabida cualquier forma de
ser y de pensar; en la que cada venezolano sea sujeto de su propio crecimiento
y desarrollo porque la sociedad le brinda iguales oportunidades y, con su
aprovechamiento cabal, progresemos todos en pro del crecimiento económico
combinado armoniosamente con el bienestar social.
Es necesario retirar, ya,
urgentemente, la venda gruesa que durante más de tres quinquenios nos ha colocado en los ojos una casta de incompetentes y mediocres, falsos
revolucionarios, para impedir que los
venezolanos logremos ver su latrocinio, corrupción, impunidad, delincuencia, abuso de poder, todo lo cual ha
conducido al deplorable estado en el que se encuentra una nación con enorme
potencial para el desarrollo sustentable y prosperidad de todos los que
habitamos el territorio nacional.
Con toda razón, el padre Jean Pierre, habla del “ministerio de la
tapadera”, pues, en verdad, este es el único ministerio eficaz y eficiente que
existe en Venezuela. Lo demás es basura.
El gobierno nacional tapa cuanta tropelía comete y, además, no se hace
responsable de su cometimiento, sino que se las endilga a terceros inocentes.
Los venezolanos, hemos vivido,
recientemente, un triste espectáculo, que, por la frecuencia con que ocurre,
pasa, casi, desapercibido. Nos referimos a cuatro hechos de gran significación, causantes de conmoción
social en cualquier lugar del planeta, menos en el nuestro. Primero, el ataque
a un empresario nacional que produce la poca comida existente en el país.
Segundo, la declaratoria de guerra civil del Presidente de la República, al
afirmar que, las elecciones del 6D, las va “a ganar como sea”. Tercero, la
orden dada por el Presidente de la República,
al “hombre fuerte” del gobierno, para que le aplauda sus burradas. Y,
cuarto, la condena a un inocente y la consiguiente, denuncia-acusación y huida
del Fiscal acusador.
Por razones de espacio, nos vamos
a limitar a comentar, brevemente, dos de los hechos mencionados, debido a que
guardan total concordancia y constituyen el nervio central de la tapadera. El Presidente de la República, al igual que
su progenitor político, es dado a mandar a la
cárcel a todo el que disienta de él, inventando cualquier excusa o
delito. Ahora bien, el Presidente de la República, abusando de su poder, acaba
de cometer todos los delitos políticos y electorales juntos, por los que ha
enviado a la cárcel a miles de venezolanos,
y, él, los comete y queda impune. No hay Poder Electoral, Judicial,
Legislativo y Ciudadano que lo acuse, denuncie y enjuicie. Todo es tapado. Un
fiscal que se prestó para inculpar y llevar a prisión a un inocente, huye del
país y, fuera de sus fronteras, desnuda a la Fiscalía General de la República,
al Poder Judicial y el Poder Ejecutivo. Lo que expulsa por la boca el ex fiscal
41 es pestilencia. Un país serio, ipso facto, hubiese enviado a la cárcel a las
cabezas visibles de estos tres poderes, pues, el Presidente de la República ha
instigado a todo el país a delinquir, al
agavillamiento, ha promovido la guerra civil,
ha intimidado a la población y la ha llamado a no respetar las reglas del juego electoral,
a violentar el ordenamiento jurídico, en fin, a
desestabilizar el país, curiosamente, los delitos por los que purgan y
han purgado condena miles de venezolanos. ¿Cuál sería la reacción oficial, sí,
por ejemplo, lo dicho por el Presidente, lo dice un ciudadano de a pie o la
oposición: “vamos a ganar como sea”? Por las buenas o por las malas. No
importa la forma. ¿Hasta cuándo vamos a
seguir cultivando el “ministerio de la tapadera”?
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