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DESESPERACIÓN



                                                                 DESESPERACIÓN
                                                                                                                      Absalón Méndez Cegarra

Desesperar es un sentimiento humano. Puede significar la pérdida de la esperanza capaz de conducir a una persona, inclusive,  a quitarse la vida,  o, menos grave,  un momento de desconcierto, descontrol,  de locura,  por lo general momentáneo, pasajero, en el  que la persona  entra en crisis, al no encontrar   salidas a una situación problema  y, en caso que las encuentre, son irracionales. Por eso se dice que la desesperación no es buena amiga y consejera.
El gobierno nacional ha cometido tantos errores y ha sometido a la población venezolana a una situación inimaginable,  que,  hoy, se encuentra ante un callejón sin salida. Tiene desesperada a la población; pero, el gobierno lo está mucho más.  El gobierno está totalmente desesperado. Acorralado. No sabe qué hacer. Puede, inclusive, darle un palo a la lámpara.  Las recetas que le recomiendan no sirven para nada. Producen efectos contrarios a los buscados o queridos.   El gobierno nacional, como Don Quijote, mira a lo lejos espejismos, lucha contra molinos de viento, se enfrenta a problemas imaginarios, inventa y encuentra  enemigos en  todas partes. Sufre derrotas por doquiera.  Se resiste, niega la realidad. Este es su mecanismo de defensa, pues, admitir la realidad producida por una pésima gestión de gobierno es suicidarse. Colocar su propia lápida.
El  gobierno, en su desesperación, ciego y sordo como está, tiene que inventarse mentiras y nuevas formas de engañar a la población. La desesperación se incrementa en tiempos próximos a contiendas electorales. En el pasado reciente, la demagogia populista  de Chávez, logró, como buen encantador  de serpientes, que el pueblo comprara sus promesas y engaños; pero, ese mismo pueblo ha venido aprendiendo la lección y no compra más promesas falsas, y, mucho menos,  del sucesor del trampista, tal como está sucediendo con el reciente incremento del salario mínimo y del bono de alimentación. Los trabajadores saben sacar cuentas y no se dejan engañar con las mentiras presidenciales. La inflación en Venezuela es alarmante. No hay salario, remuneración o renta fija que soporte la escalada de precios que estamos viviendo. Los propios trabajadores aprecian que el  incremento del salario mínimo mensual no alcanza ni para un mal desayuno diario; por otra parte, el aumento del bono de alimentación, el gobierno pretende sumarlo al salario, cuando dicho bono carece de efectos salariales, según la  Ley Orgánica del Trabajo y la Ley especial que lo regula. Este incremento intempestivo del salario mínimo, tiene, sin duda alguna, un tinte, un tufo,  eminentemente electoralista. Con tal medida , el gobierno busca captar  o recuperar una cierta popularidad en los sectores que, ayer, constituían su base electoral; pero, que,  la ha perdido por la errática forma de gobierno y por una política económica que ha dado al traste con el aparato productivo nacional y ha pulverizado los salarios, consecuencia directa de la pérdida del poder adquisitivo del signo monetario nacional. El incremento del salario mínimo, es un mínimo salario, un salario indigno,  es, simplemente, un engaño, un señuelo, para seguir engañando incautos. Los trabajadores recibirán el incremento del salario mínimo; pero, con ello, el gobierno no compra su voto. El sufrimiento al que el gobierno ha sometido al pueblo venezolano vale mucho más que el voto. Además, esta nueva medida gubernamental errática, sin estar acompañada de otras medidas económicas necesarias, como ha ocurrido en el pasado, vuelve a distorsionar y desarticular toda la escala salarial venezolana, pública y privada, pues, el incremento del salario mínimo aproxima todos los salarios que estén por encima de dicho  mínimo, en consecuencia, el salario mínimo, es, el salario promedio de la fuerza de trabajo en Venezuela, calificada y no calificada.
El Presidente de la República, buen alumno de la improvisación, dicta medidas sin pensarlas, sin analizarlas y, luego, tal como lo hacía su progenitor político, vuelve locos a los técnicos gubernamentales. El Diario UN, en su edición del 21-10-2015, destaca, en primera plana, que, el Presidente anunció, como parte de sus medidas económicas, el incremento del 30% (incremento del salario mínimo), para toda la escala de salarios de la Administración Pública, lo que aplica, también, para los miembros de las FANB,  y, debería hacerse explícito, para todos los servidores del Estado, independientemente de su denominación, incluyendo, a los jubilados y pensionados, pues, no hacerlo, significaría un trato abiertamente discriminatorio y degradaría a algunos sectores laborales, aun más de lo que están,  tal es el caso de los profesores universitarios, quienes luchan por una mejor, mayor y más justa remuneración, no alcanzada en la II CCU. Sí, por ejemplo, los profesores universitarios, son, nuevamente excluidos,   del incremento del 30% (no aplica la Cláusula N° 115.Contingencia,II CCU), anunciado a última hora por el Presidente, bajo algún subterfugio jurídico,  la remuneración mensual de un profesor universitario categoría Instructor y dedicación tiempo completo, la cual, a duras penas, alcanzó,  según la Tabla Salarial aprobada y, no pagada todavía,  de la II CCU, a  Bs.19.148, 00, mensual, al 01-10-2015, equivaldría, a  la luz del nuevo salario mínimo (Bs. 9.649,00), a 1,98 veces dicho salario mínimo; ahora bien, sí se aplica la Cláusula 115, como corresponde,  la remuneración del  profesor Instructor  vuelve a su estado original, es decir,  a lo acordado en la Tabla  Salarial de la II CCU, por lo que el salario de este profesor pasa a Bs 24.892,40, es decir, 2,58 veces el salario mínimo ($ 31.1), nada estimulante, por lo demás. Igualdad hacia abajo. Todos los trabajadores, sin importar su cualificación, quedan igualados en la pobreza.  Y, lo más grave, es la argumentación presidencial, para darse loas como el Presidente Obrero. El aumento del salario mínimo coloca a dicho salario por encima del índice inflacionario, según  cifras del BCV, no conocidas, hasta el momento,  Tremendo irrespeto al trabajador y pueblo venezolano. La inflación en Venezuela está desbordada, es incontenible, algunos economistas ya hablan de hiperinflación, inflación de tres dígitos, imposible de contener con un ajuste salarial pírrico, que, al no estar acompañado de medidas económicas serias, se convierte para el trabajador en sal y agua, pues, ya los precios reflejan con creces ese ajuste prometido con fines electorales, para el primero de noviembre del año en curso. Ya es tarde para corregir entuertos. La desesperación no ayuda. El 6D es el comienzo del fin de la pesadilla.

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