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 POLICÍAS DE TRÁNSITO O ASALTANTES DE CAMINO

Absalón Méndez Cegarra

Antes de la llegada al gobierno de Hugo Chávez existía en Venezuela lo que se conoció como Cuerpo de Vigilantes de Tránsito, encargado de monitorear el cumplimiento de las normas de tránsito por parte de los conductores de vehículos terrestres. Con el advenimiento de Chávez, muchas cosas cambiaron, sobre todo de nombre, entre ellas, los cuerpos de seguridad del Estado y, de manera muy particular, las Fuerzas Armadas Nacionales y los cuerpos policiales.

A las FAN se le ha mancillado y ultrajado tanto, en especial, al componente Guardia Nacional, que, hoy día, sirve para cualquier cosa, puede tratarse de resguardar el orden público o la venta ambulante de comestibles y medicinas. Los cuerpos policiales surgen como hongos y, a ellos, se les encomienda la realización de actos que rayan en lo delincuencial y de violación de los derechos humanos bajo un manto de total impunidad.

En fecha relativamente reciente dentro de la Policía Nacional Bolivariana, en la práctica sustitutiva de la otrora Policía Metropolitana, ahora, con alcance nacional, se creó un cuerpo especializado de Policía de Tránsito, con igual misión que el viejo Cuerpo de Vigilantes de Tránsito. Este nuevo cuerpo policial se distingue por su chaleco color naranja fosforescente, utilización de motos para movilizarse, actuación en pareja y un modus operandi muy particular. Recorre a diario las vías rápidas de la ciudad capital y se instalan en sitios estratégicos a la caza de cualquier infractor de las normas de tránsito o de un incauto que cae bajo las redes de la extorsión, el psicoterror y la vulgar mordida o matraca.

La educación de los conductores en materia preventiva y de respeto a las leyes de tránsito no resultan de su interés, pues, ellos, la Guardia Nacional, los demás cuerpos policiales y los organismo oficiales, son los primeros que irrespetan las normas terrestres de circulación. Realizan cruces indebidos, no respetan semáforos ni colas o filas de vehículos y, lo más notorio, el transporte de efectivos militares y policiales y trabajadores en vehículos no acondicionados para ello y prohibidos expresamente por la Ley de Tránsito Terrestre.

Los puntos de control, así como las alcabalas, reiteradamente prohibidas, son los centros de operaciones para la mordida. Es frecuente ver en las autopistas a estos señores policías, hombres y mujeres, atentos al no uso de cinturones de seguridad, uso de teléfonos celulares o cambio de canal de circulación sin advertir dicho cambio con las luces de cruce y, más actualmente, la detención de conductores sin motivo alguno, solo por cuestiones de rutina, especie de sorteo, por cada diez o veinte carros, detienen uno.

Toda Venezuela se ha convertido en el país de la matraca. Bienes y servicios incrementan su precio porque los transportistas van dejando en cada alcabala y punto de control su diezmo. La cantidad de alcabalas de Guardia Nacional y de policías existente en el país es incuantificable. En un trayecto como el que separa a San Cristóbal, Estado Táchira, con la Ciudad Capital, es posible

tropezar, un día cualquiera, con más de treinta alcabalas, unas seguidas de otras y, en cada una de ellas, necesario es tributar.

El modus operandi de la Policía de Tránsito es como sigue: Mandan a detener al conductor, le piden la documentación, exigen que el conductor no se baje del vehículo, por lo general, lo hace una efectiva femenina, especializada en extorsión. Sí, se trata de una infracción, le leen la cartilla y le amenazan con detener el vehículo, retención-eliminación de la licencia para conducir, detención del conductor, éste no puede conducir el vehículo hasta el sitio del depósito, debe buscar a tercera persona y, pago de una multa calculada en Unidades Tributarias, de cancelación inmediata. Ante esta dramática situación de acumulación de castigos por una misma falta cometida, lo cual resulta inconstitucional, aparece la solución: “lo podemos arreglar de otra manera”. Mediante la ya acostumbrada matraca o mordida, la cual tiene su tarifa según la ocupación del conductor y las características del vehículo, lo cual hace presumir la tenencia de dinero, por lo que mejor es no decir a qué se dedica ni a dónde se dirige.

Para el caso que el conductor se saque la lotería de la rutina de control y lo detengan, la situación cambia totalmente. Aquí, el asunto es con la documentación. Le piden hasta la partida de nacimiento de la mamá y, si por casualidad, no se está legal, lo que es frecuente, viene el rosario aprendido y la extorsión.

El Cuerpo de Policía de Tránsito no es tal, se trata, simple y llanamente, de una banda de asaltantes de caminos, con fuero especial para el rebusque. Pareciera, que, todos los días antes de salir a cumplir con su trabajo, el jefe los adoctrina y les dice, salario, no hay, vayan a buscarlo en la calle, por su propia cuenta, y traigan para las dos. La orden es cumplida ejemplarmente.

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