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RENTISTAS DE LA MISERIA

                                                                                                                       Absalón Méndez Cegarra

Felicitaciones a la gran familia del Semanario La Razón por haber llegado al momento actual venciendo mil adversidades, agresiones y ataques, sobre todo el estrangulamiento en cuanto a suministro de papel, materia prima sin la cual  es imposible la edición-circulación de un medio de comunicación periódico e impreso. Esperamos, que este año que recién inicia, las cosas en Venezuela puedan cambiar hacia lo positivo, la libertad de expresión renazca por sobre todas las cosas y, que, la misma, no se obstruya y obstaculice mediante ciertos artificios como la restricción en el suministro de papel. Ojalá, muy pronto, La Razón, vuelva a su formato original con amplitud de espacios para que toda persona que tenga acceso a sus páginas  exprese libremente, como hasta ahora,  sus conceptos, opiniones y análisis.
El título de este artículo lo he tomado es préstamo de una ponencia-artículo de Jean-Marie Harrybey, publicado bajo el título:”El fin del trabajo: de la ilusión al objetivo”, en libro publicado por CLACSO, 2001, título, por lo demás sugerente: El Trabajo del Futuro. El Futuro del Trabajo. La obra, en general,  versa sobre el tema que afloró en la década de los años ochenta del siglo pasado, en pleno auge del neoliberalismo y de las nuevas tecnologías, las cuales amenazaban la vigencia de las relaciones laborales típicas establecidas a partir de la primera revolución industrial. El artículo en referencia aborda el tema desde una perspectiva sumamente interesante, toca el tema de la “sociedad del no trabajo” y las formas de garantizar a todos, a la universalidad, un ingreso o renta, independientemente de la condición de trabajador o no trabajador,  política que adopta mil denominaciones en cada país.. Se trata,  en síntesis, de sustituir el empleo por una asignación universal, precisamente, lo que inició Chávez y continuó Maduro irresponsablemente.
El comentario viene al caso por lo sucedido en Venezuela durante las fiestas navideñas, momento en el cual muchas personas salieron  a la calle a reclamarle al gobierno las promesas incumplidas, las  mentiras y engaños.
El gobierno nacional convocó a la gente a que acudiera a los centros electorales  a depositar sus votos por los candidatos del PSUV a Gobernadores y Alcaldes, a cambio, les daría pensiones, bolsas CLAP, perniles de cerdo y una bolsa navideña con todo lo necesario para elaborar las tradicionales hallacas, Nada de esto fue cumplido oportunamente. Al contrario, se les negó el acceso a combustible para el tránsito automotor, al gas doméstico, electricidad y al servicio de agua servida, es decir, se les negó, abierta y confesamente, la posibilidad de llevar a la mesa navideña un poco de paz, tranquilidad y alimentos para saciar el hambre al cual hemos sido sometidos la casi totalidad de la población.
El gobierno, como siempre, culpa de los hechos a terceros; pero, cuando los terceros y la imaginaria “guerra económica” le responden negando las acusaciones falsas y tendenciosas, queda totalmente al  descubierto en sus patrañas, mentiras y engaños.
El gobierno, desde hace dieciocho años, ha venido sembrando las bases para la construcción de una sociedad del no trabajo, una sociedad en la que el trabajo honesto y creador de toda persona con  capacidad para realizarlo, deje de ser  un  valor central de la sociedad nacional,  un derecho-deber fundamental.  Lejos de esta concepción del  valor del trabajo ha fortalecido al máximo el asistencialismo social orientado a la consolidación de una clientela electoral, ni siquiera partidista, simplemente, clientes electorales a quienes se les cambia el voto por mendrugos de pan, suministrados engañosamente.
Esta política se corresponde con una de las prácticas que suelen utilizar los gobiernos demagogos para fomentar el no trabajo e instaurar una clientela que les legitime socialmente, o, como bien lo  afirma Jean-Marie Harribey, al destacar lo siguiente: “Si la asignación universal fuera un sustituto permanente a una distribución equitativa del trabajo y los ingresos, sólo sería una renta pagada a desocupados transformados en rentistas de la miseria”.

Rentistas de la miseria es lo que ha engendrado el gobierno nacional y, cuando por mediocridad gubernamental y robo despiadado,  esta renta no llega a la mesa de la gente hambrienta y ésta se revela, se le acusa de “guarimbera” y reprime inmisericordemente. De inmediato, debe emerger una fuerza social que se haga cargo de esta nueva situación de liderazgo, coordine el coraje de la gente y diga basta a este gobierno inútil, depredador, corrupto  e incapaz.

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