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LA GRAN INDUSTRIA DEL COVID-19

 

                                                     LA GRAN INDUSTRIA DEL COVID-19

                                                                                                                         Absalón Méndez Cegarra

     Los venezolanos, a propósito de la pandemia del covid-19, la cual azota al mundo entero, y, de manera muy especial, a nuestro pueblo, nos vemos obligados a preguntar sobre qué cosa resulta más penoso, ¿el remedio o la enfermedad?

     La enfermedad que produce el virus es, en efecto, grave y, en algunos casos, mortal, como sucede con las persona mayores o vulnerables por patologías pre existentes.

     Las condiciones deplorables de las instituciones de salud pública e, inclusive, las privadas, no han logrado dar respuesta aceptable a la propagación del virus original y sus derivados. El virus, encontró sin respuesta a la ciencia médica, farmacéutica, a los organismos supranacionales de salud, los regionales y al mundo entero. Todo ha sido ensayo y error. Los tratamientos son diversos, la excusa, cada paciente, es diferente. Por lo que estamos ante una especie de lotería en la que se gana y se pierde. Ganar, significa, recuperación. Perder, la muerte.

     A casi dos años de propagación de la pandemia, con un elevado número de fallecidos y contagiados, todavía no se conoce, a ciencia cierta, el origen del virus, si es natural o artificial. Creado por alguien o generado por algo. Pero, una cosa sí es verídica. Alrededor del virus ha florecido una gran industria que ha hecho más pobres y ruinosas a las personas expuestas a la enfermedad, carentes de recursos económicos para hacerle frente a la misma; y, más rico, a un sector que, por comodidad, vamos a llamarlo empresarial o, mejor, aprovechador inmisericorde del dolor humano.

     En Venezuela, enfermar, era, ya, trágico; y, ahora, enfermar de covid-19, es doblemente trágico. La situación ha llegado a tal punto, que, en medio de circunstancias extremadamente difíciles, los parientes de una persona enferma de covid-19, deben decidir, con angustia y culpabilidad, entre dos opciones. Una, que muera o se recupere en un hospital o clínica aislado del mundo exterior. Otra, que lo haga en su casa de habitación, igualmente, aislado, pero, con la vecindad del afecto familiar.

     La decisión pareciera responder a criterios médicos o de salud pública; pero, no es así, la decisión a adoptar está determinada por factores esencialmente económicos. No hay economía personal-familiar, salvo excepciones, que soporte el costo del tratamiento-muerte por covid -19, debido a que la enfermedad ha despertado y desarrollado en los seres humanos conductas salvajes, pocas veces imaginadas, que rayan en la bestialidad.

     La industria del covid-19 comienza con la aparición del virus, de origen desconocido y fácil acceso, se consigue en todas partes, sin costo alguno para la industria. La demanda es altísima. El virus es la materia prima fundamental de la industria, la cual ha desarrollado una enorme y extensa cadena de ensamblaje, que se inicia con la adivinación del tratamiento de la enfermedad- el producto de la industria- y termina, sí, es, que termina, con la recuperación del paciente o el fallecimiento, con lo cual aparecen otras fases de la industria: la farmacéutica y la funeraria, o, industria de la muerte.

     Logrado por la industria el producto, es decir, la enfermedad, los sistemas de salud se vieron sorprendidos en su capacidad física, científica y tecnológica, por lo que hubo necesidad de construcciones hospitalarias provisorias, ampliaciones, remodelaciones, carpas, dotación de equipos y entrenamiento del personal sobre las medidas preventivas y el tratamiento de la enfermedad. Como en todo proceso industrial, hubo y hay, internalidades y externalidades. Las deficiencias de los sistemas de salud, propiciaron de inmediato, la producción de medicinas, de desinfectantes, guantes, mascarillas, prendas de vestir, salas de cuidados intensivos, ventiladores, oxígeno, cuidadores, etc.

     Nunca antes, como ahora, la industria farmacéutica había hecho tanto dinero con la producción de medicinas y vacunas. Es de esperar que esta vaca lechera que es el covid-19 para algunos sectores, no se acabe nunca.

     El costo de una hospitalización por covid-19 es inaccesible para cualquier mortal. Las compañías de seguro explotaron, razón por la que están creando otra póliza diferente a la de HCM, que denominan por Covid-19, para socializar este riesgo, muy aparte de lo que podría ser enfermedad común, o, en el peor de los casos, excluyen la cobertura por covid, para hacerle más difícil la situación al paciente. La humanidad-solidaridad llegó a su fin. Lo importante, aquí, es el enriquecimiento derivado del covid.

     Sí, el ingreso del paciente es a un hospital público, y, tiene la fortuna de lograrlo, es necesario pagar hasta por el aire que respira. La respuesta para todo, es, no hay. Por lo que la familia del paciente debe comprar todo lo necesario para la atención médica y, de paso, pagar al personal asistencial por cualquier ayuda, digamos, especial, entre otra, suministrar a los familiares información sobre el estado del paciente. Y, sí, el ingreso es a una clínica privada, la familia debe pagar, de entrada, miles de dólares y, prepararse para pedir diariamente saldos porque la factura, en horas, puede alcanzar sumas impagables que dejan en la ruina a cualquiera, por mucho dinero que posea. Es lamentable la conducta inhumana y despiadada que se está viendo en algunos galenos y personal para médico, quienes han visto en el covid-19, la oportunidad para hacer fortuna a costa de los enfermos.

     Esta grave situación hospitalaria ha impulsado a que las familias opten por tratar el paciente en casa, convirtiendo la misma en habitación clínica, con médicos a domicilio y personal de enfermería a disposición, exámenes de laboratorio y de imagenología a domicilio y a costos excesivamente elevados.

    En caso que el paciente llegare a fallecer en la casa, lo cual es altamente probable, aparece la industria de la muerte, con sus distintas estaciones: traslado a la morgue, certificado de defunción, registro civil, servicios funerarios, pago de impuestos municipales, velatorio, parcela, sepultura, incineración, nichos. Todo un proceso que significa el desembolso de miles de dólares.

    Total, el covid- 19, ha partido el mundo en dos mitades. Un antes y un después, porque a todo el calvario descrito, debemos agregar lo que está sucediendo en los aparatos productivos, sistemas de educación y en los mercados laborales. Pero, esa es otra historia que vendrá después.

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