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ELECCIONES EN UN PAÍS EN RUINAS

 

                                         ELECCIONES EN UN PAÍS EN RUINAS

                                                                                                                  Absalón Méndez Cegarra

     A ningún pueblo de la tierra, por dislocado que se encuentre, se le ocurriría convocar a elecciones parlamentarias después de un desastre, por ejemplo, un terremoto, que ha dejado víctimas por todas partes, con un saldo de miseria total. Y, eso, es, precisamente, lo que tenemos en Venezuela. Un verdadero desastre, un país devastado, en ruinas. Un desastre social producido por más de 20 años de intencionalidad destructiva y malignidad.

      Un pueblo, que cometió el gran error de su vida Republicana de creer en las bondades y quincallería barata de un falso mesías. Las profecías de ese falso mesías se han venido cumpliendo religiosamente, por lo que no debería sorprendernos las cosas que nos ocurren, pues, de una u otra manera, todos somos responsables del caos en que vivimos. Por eso, el mal gobierno se mantiene feliz. Los ricos no han dejado de ser ricos y los pobres no han dejado de ser pobres y, curiosamente, aún constituyen la base popular de sustentación gubernamental, aunque se diga lo contrario, que más del 80% de la población rechaza el cuadro de condiciones actuales.

     Un bono de la patria, un paquete de mortadela, un litro de gasolina, o, un buen negocio, para algunos, etc. son suficientes para comprar voluntades. Con ello todo se borra, perdona y olvida. Borrón y cuenta nueva. Tendremos nueva AN y, el país y su gente, contentos.

      El Parlamento, es, según nuestra Ley Fundamental, la representación del pueblo, en ejercicio pleno de la soberanía popular, por lo cual, el pueblo se manifiesta; y, como la democracia directa es imposible, en las comunidades de hoy, solo tuvo visos de existencia en la Atenas de la antigüedad, debe hacerlo por la vía de la representación.

      Así, las cosas, los diputados no deberían representar a organizaciones políticas, deberían representar, única y exclusivamente, al pueblo que los eligió, por lo tanto, la selección de candidatos debe ser hecha por el propio pueblo, no por intermediarios, pues, cuando esto ocurre, como suele ser el caso, el diputado electo no se siente vinculado ni está consustanciado con el pueblo que lo eligió, sino con el partido que lo postuló o le vendió la postulación, lo que es más grave, razón por la que la AN es un cementerio de momias y ventrílocuos.

     El artículo 5, de la “Hoja de Papel” que suele denominarse Constitución de la República, establece, que: “La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma prevista en esta Constitución y en la ley, e indirectamente, mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder Público. Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos”

     Gigantescas mentiras están volcadas en este artículo constitucional. El pueblo carece de soberanía. Ella reside intransferiblemente fuera de Venezuela, en el gobierno de Cuba, e, internamente, en el adefesio llamado ANC, en el TSJ, en el CNE y, en el patrono de ellos, el PSUV. Son estos organismos, violadores todos de la Constitución, los que dicen quién, cómo y cuándo una persona designada a dedo por ellos, legitimada mediante simulacro electoral, representa a una ficción de pueblo, pues, no es el pueblo real.

     Cuando el gobierno convoca a un acto electoral para elegir nada más y nada menos que a la supuesta representación popular, debería, como mínimo, preguntarse, sí, es, que alguna vez leyeron algo de marxismo, sobre las “condiciones objetivas”. Y, el ¿para qué de una elección de este tipo?¿Qué gana un país en ruinas con ello?

     En Venezuela, hay condiciones objetivas para otras cosas, por ejemplo, una rebelón popular, un acto de desobediencia civil, pues están dados todos los supuestos; y, sin embargo, no pasa nada, porque el gobierno mantiene un control férreo de la población. La pandemia y la falta de combustible han venido en su ayuda. Ahora, hay que atribuir a la pandemia todos los males que hemos creado desde hace tiempo, pues, ella no tiene como defenderse, más que causando enfermedad, muerte y miseria. Y, la falta de combustible no es causada por la destrucción de la industria petrolera, sino por las sanciones económicas. Y, todavía tenemos gente que comulga con esas ruedas de molino.

     Entre esas gentes tenemos a las franquicias y analistas políticos de siempre diciendo que estamos ante un dilema votar o no votar el 6D, para elegir sin elegir, porque todo está preparado de antemano.

     Aquí, no hay ningún dilema. Aquí hay una realidad visible, objetiva, palpable, un país en ruinas que no necesita de unas elecciones parlamentarias que solo permitirán al gobierno lavarse la cara licenciando a la oscura ANC y asumir el control pleno de la caricatura de AN. Eso es todo.

     Vergüenza debería darle al gobierno, al PSUV y sus acólitos, convocar en plena pandemia y paralización del país a unas elecciones bufas, con lo cual, los venezolanos sumaremos 21 años sin poder disfrutar de unas navidades tranquilas y en paz

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