EL CHANTAJE ELECCIONES LIBRES Y SANCIONES
Absalon Méndez Cegarra
Los venezolanos estamos cansados, fatigados, del comportamiento de la clase política, más, no, de las organizaciones con fines políticos, las cuales constituyen el sostén de la democracia, cuando las mismas son portadoras de una ideología y de un proyecto politico favorecedor del bienestar de toda la población. Resulta difícil encontrar diferencias entre lo que suele denominarse en Venezuela oficialismo y oposición. Pareciera que se trata de las dos caras de una misma moneda. Una cara requiere de la otra para configurarse y cumplir, así, su cometido, mantener al pueblo engañado y entretenido, ocupado en ver cómo consigue algo para comer y aliviar tanta penuria. En ese estado, la gente no piensa, el hambre no lo permite, terreno de cultivo perfecto para la demagogia y creación de un clientelismo político.
Cada cierto tiempo aparece algún hecho o se pone a circular una frase, especie de trampa caza bobos,la cual se convierte en el tema del momento, la misma puede provenir bien del gobierno como de la oposición. La idea es siempre la misma. Distraer la atención de los venezolanos.
Según la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el próximo año, 2024, tendrá lugar la celebración de las elecciones nacionales para elegir a un nuevo presidente de la República, algo normal en un país democrático y respetuoso de la ley y de sus instituciones; sin embargo, entre nosotros, las cosas marchan de otra manera. El gobierno ya se ha ocupado del asunto. Inexplicablemente, solicitó la renuncia de los Rectores del Poder Electoral, recién nombrado por el mismo gobierno, sin dar explicación alguna. Sumisamente, el hecho es aceptado por la población. Más de un centenar de personas ha ofrecido sus servicios para sacrificarse en el cumplimiento de tan delicada misión electoral. Acto seguido, el gobierno amenaza con anticipar las elecciones a los fines de no dar tiempo para que la mal llamada oposición alinee los caballos para la carrera presidencial. Cuando esto suceda, ya el gobierno habrá sacado varios cuerpos de ventaja.
La oposición, por su parte, colaboracionista al fin, juega el papel distractor que le corresponde y, lejos de presentar una oferta de proyecto país, explicarle a la nación qué busca el gobierno con la designación de un nuevo equipo rectoral, proponer algunos cambios políticos importantes como la disminución del período presidencial, no reelección, segunda vuelta electoral y retorno al Parlamento Bicameral, entre otros temas de interés nacional, se aventura a organizar unas elecciones primarias para seleccionar entre una veintena de aspirantes a presidente de la República a un candidato único, vana ilusión en un país en el cual todos queremos ser presidente. Sí, tal propósito llegare a alacanzarse, lo que dudamos, ya, en el mercado electoral han salido otros productos a ofrecerse como candidatos, fuera de la gesta unitaria. La estrategia correcta, si, en verdad, hay interés en que las cosas cambien, es la selección de un candidato sin tanta dilación y el compromiso de todos a apoyarlo, más allá de banderias políticas, sectarismo y egos inflados por la arrogancia y deseos de poder. Las encuestas, interesadas o no, muestran resultados favorables a candidaturas en juego, por lo que resulta fácil conocer el favoritismo popular. Con tal hecho, dicho candidato o candidata estaría en la calle, haciendo contacto cara a cara con la gente, la mejor campaÑa electoral que existe, sin duda alguna, con lo cual, minimizaría la intención gubernamental de inhabilitar a todo contrincante, al igual que lo hizo Daniel Ortega en Nicaragua.
Pero, nada de esto parece importar al espectro político venezolano. Mejor, jugar al gato y al ratón. La oposición pide: eleccciones libres. El gobierno riposta: eliminación de sanciones.
Ahora bien. Qué significa elecciones libres? El gobierno, se regodea anunciando al mundo entero que el Poder Electoral es soberano e independiente, que el sistema electoral
venezolano es el más confiable y seguro del planeta, que en promedio se celebra en el país una elección anual, en veintitres tres aÑos de revolución bolivariana, llevamos más de veinte elecciones presidenciales, parlamentarias, de gobernadores, legisladores estadales, alcaldes y concejales, referendos populares y consultas. En casi todas ha participado la oposición y ha ganado algunas de esa elecciones. Se entiende que todas estas elecciones han sido libres. Ningún venezolano ha sido llevado a la fuerza a votar. Sí, la voluntad popular no ha sido respetada, es porque así lo hemos querido los electores. El voto opositor, en su conjunto, ha sido y es mayoritario; pero, partido en mil pedazos es insignificante, no cuenta para nada, es, por el contrario, faciltador del triunfo de una minoría unida. Esta tesis de elecciones libres es expresión de debilidad y de ausencia de voluntad unitaria. Es un discurso que esconde otras realidades.
Ante el discurso de elecciones libres, el gobierno responde con otro discurso maniqueo: el de la eliminación de las sanciones impuestas a Venezuela, concretamente, al gobierno, por algunos países de la comunidad internacional. Estas sanciones responden a las tropelías cometidas por los funcionarios gubernamentales y el auge sin medida de la corrupción y robo descarado de los dineros públicos. Con esta postura, a todo evento chantajista, el gobierno, admite que en el país no hay elecciones libres, que el gobierno las controla todas y; por su parte, la oposición, obliga a pensar que las sanciones son pedidas o solicitadas por parte interesada, todo lo cual favorece el que se le tilde de traición a la patria.
Este vulgar chantaje debe cesar por el bien del país y de los venezolanos. La oposición debe unirse. Sin excusas. Y, el gobierno, no tiene por qué condicionar la celebración de un acto electoral en cumplimiento de la Constitución y la Ley.
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