MILAGRO ECONÓMICO MADURO
Absalón Méndez Cegarra
En Venezuela, en el momento que este artículo de opinión salga publicado en el Semanario La Razón, se estará desarrollando una de las tantas farsas electorales a las que se tiene acostumbrados a los venezolanos en los últimos años. Venezuela, ciertamente, es el país, que celebra el mayor número de elecciones en América Latina, con todo y lo convulsionado y contaminante que es el ambiente político en la región, atributos exportables a otros países, es el caso de España, en Europa; y, de los Estados Unidos, en América, la cuna de la libertad y la democracia, lo que pone en evidencia la gran influencia que ejerce el modelo político venezolano en la comunidad internacional, pues, según parece, muchos países de la región y fuera de la región, quieren asimilar la experiencia venezolana del socialismo del siglo XXI, lo que llamaremos el Milagro Económico Maduro, consistente en la transformación, en escasos 20 años, de un país con enorme potencial económico, riquezas materiales y un factor humano calificado, en una ruina total.
Venezuela ha lanzado por la borda los factores más valiosos que, en términos de factores de producción, impulsan el desarrollo integral de una nación: tierra productiva para fomentar la agricultura y la cría de ganado de diversos tipos; riquezas naturales disponibles constitutivas de un enorme capital, asociado a un buen crédito internacional para ser dedicado a la inversión reproductiva; y, una población todavía joven, en edad productiva, lo que se conoce como bono demográfico, con una buena formación y calificación para el trabajo.
El Milagro Económico Maduro lo ha trastocado todo. La tierra, la volvió improductiva, la sustituyó por una economía de puertos, importadora de alimentos, con lo cual dejó en ruinas a los productores del campo. Las riquezas naturales han sido entregadas a terceros, enajenando el patrimonio nacional. El crédito internacional, destinado a la inversión, fue a parar a los bolsillos de una pequeña camarilla en el poder; y, hoy, el país luce endeudado sin causa y razón, sin infraestructura productiva vieja y nueva, todo es desolación en las industrias básicas y no básicas, cero producciones y cero exportaciones, con balanza de pagos deficitaria y un futuro incierto por los enormes compromisos contraídos en materia de financiamiento externo e interno, deuda externa e interna pura y simple, alimento de la corrupción por el uso indebido de los recursos públicos. El desperdicio de una fuerza laboral capacitada en diversidad de campos, un bono demográfico no aprovechado, al contrario, rechazado y lanzado al exterior de manera despiadada e inmisericorde, el cual ha sido capitalizado por otras economías del mundo.
Esta es a grandes rasgos la radiografía de lo que ha hecho la revolución bolivariana en Venezuela, revolución que pareciera perpetuarse en el poder con ayuda de poderosos factores internos y externos y, lo más paradójico e inexplicable, con una base popular de apoyo, totalmente empobrecida, a la cual se le acostumbró a vivir de migajas, generando, así, las bases para la construcción de una sociedad del no trabajo, parasitaria, presa fácil del populismo electoral, del engaño y la mentira, de un falso redentorerismo social, mezclado con la consigna de participación social y protagonismo popular. Todo el poder para el pueblo.
En la esfera de lo cotidiano, en lo que es visible para los venezolanos, el panorama es aterrador. Hace pocos días nos preguntó un amigo sobre como veíamos la situación de Venezuela y cuál podría ser la salida. Sin titubear respondimos que carecíamos de elementos de juicio para pensar en el desiderátum del país y de la sociedad nacional; pero, de lo que sí estábamos seguros, es de la situación personal, un escenario de empobrecimiento total.
No hay forma alguna de ganarle la partida al desastre. Dos grandes y poderosas fuerzas se han unido para dejar en el esterero a los venezolanos. La primera, la mal llamada política económica y monetaria del gobierno nacional, causante de la mayor hiperinflación del mundo. La segunda, la conducta abusiva y especulativa del sector comercio y, en general, de todo aquél que tiene algo que vender.
El gobierno no hace más que producir y repartir migajas de dinero inorgánico para potenciar la hiperinflación y generar una locura colectiva, una ficción de consumo, en algunos sectores sociales, los más empobrecidos; y, una ficción de lujo, confort y buen vivir en otros sectores con ingresos de dudosa procedencia, que constituye la clientela para la adquisición de vehículos, de los bodegones y de las supe tiendas de reciente aparición en Caracas y las capitales de las entidades federales, las cuales son un verdadero insulto, una afrenta, para un pueblo que está muriendo de hambre y de mengua por falta de atención médica y suministro de medicinas, el auténtico retrato del Milagro Económico Maduro.
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