Absalón Méndez Cegarra
La reiterada
oferta de diálogo que hace Nicolás Maduro, absolutamente falsa y engañosa, no
otra cosa que un parapeto para algunos escarceos de aparentes conversaciones,
realizadas, curiosamente, fuera del país,
es la estrategia gubernamental
para ganar tiempo y simular ante la comunidad internacional disposición
para superar la crisis política nacional, con partes o conversadores carentes
de representatividad, razón por lo que
las partes deben acudir a fiadores internacionales ante la desconfianza de unos y otros y a
chaperonas, también, internacionales y muy bien pagadas.
Estos
escarceos, no conducirán a nada, pues, los temas a conversar, sí en verdad, se
conversan, no parecen ser los que le interesan
a la comunidad nacional sino a los
comensales que se sientan cómodamente en la mal llamada mesa de diálogo, a
juzgar por lo que se filtra por las ranuras de las herméticas puertas del salón seleccionado para el diálogo. Las
partes en referencia no tienen interés alguno en resolver nada, motivo por lo
que se dan plazos entre una y otra reunión, pues, no hay prisa, no se trata de
cuestiones de vida o muerte, además, en Venezuela todo marcha bien, por lo que
los temas, supuestamente llevados por la “oposición”, no son de gran preocupación y el discurso luce desgastado: presos políticos, ayuda
humanitaria y elecciones presidenciales, todo lo cual es permanentemente negado
por el Presidente de la República y sus seguidores, acompañado de insultos e
improperios contra sus propios invitados al cenáculo. Contrariamente, el
gobierno, sí, plantea condiciones de gran monta, que, inclusive, se salen de la esfera y
espacios de competencia de los
dialogantes o negociadores, con lo cual el gobierno cierra de antemano cualquier
salida y es la excusa perfecta para el incumplimiento de algo que pueda ser
acordado.
La “oposición”
carece de inteligencia para enfrentar a
un gobierno tramposo. La primera
condición que debe establecer el pueblo de Venezuela y sus representantes ante
cualquier escenario nacional e internacional que permita o intente el análisis de la crisis política nacional y
sus colaterales, es la disolución
inmediata de la Asamblea Nacional Constituyente, no reconocida por nadie, con
ínfulas de supra poder, la cual ya parece un vulgar burdel de baja ralea al
cual se entra y se sale cuando le da la gana a sus integrantes o cuando el
gobierno los necesita en sus operaciones de reciclaje de basura burocrática.
El estudio
de la teoría constitucional y de los límites del poder originario constituyente
nos revela una verdad: La soberanía
popular es la gran farsa que se inventan factores reales de poder, en cualquier
tiempo y lugar, para conquistar el poder
y arrebatarlo de las manos de quienes lo
han detentado con antelación y durante mucho tiempo. Este es el origen de las
revoluciones: la conquista del poder. Por consiguiente, no hay tal soberanía
popular, el pueblo llano no cuenta para nada, ni siquiera es representado,
igualmente, no hay poder originario bajo el pomposo nombre de Asamblea Nacional
Constituyente, pues, esta Asamblea nace de un poder ya constituido y se erige
en contra de dicho poder constituido, llámese Monarquía, Imperio, Dictadura,
como ha ocurrido, históricamente, en Venezuela. La independencia de Venezuela
de la Monarquía Española no la logra el pueblo, en 1811, la alcanza la aristocracia constituida por los blancos criollos, reunidos en la sociedad patriótica,
conformada en Asamblea. De igual forma, ha ocurrido en los momentos
constitucionales venezolanos más importantes hasta llegar a este adefesio de ANC del año 2017. La ANC, electa
irregularmente durante el año 2017, es fruto de la Constitución de 1999, como
parte de las vías constitucionales para enmendar, reformar o elaborar una nueva
Constitución; por consiguiente, no tiene nada de originaria, menos aun, de
super poder plenipotenciario, es, simplemente, creación constitucional.
Mientras la
ANC exista en Venezuela, ésta será un factor de perturbación política y no
habrá forma ni manera civilizada de superar la crisis política que vivimos.
Mañana, por ejemplo, puede que la ANC
llame a elecciones presidenciales, según lo contempla la Constitución del 99,
y, puede que resulte ganador un candidato distinto al presentado por el PSUV.
El triunfador será obligado a juramentarse ante la ANC y, sí no lo hace, será
destituido, como ocurrió con Guanipa, gobernador electo del Estado Zulia y no
faltará quien acompañe la comparsa y se preste a participar en un nuevo proceso electoral que será ganado por el PSUV.
Comentarios
Publicar un comentario